01 noviembre 2006

Hoy me voy a despachar...

¡Hola a todos!

Hoy quiero contaros mi batallita del fin de semana, porque no tiene desperdicio. ¡Aunque juzgad vosotros mismos!.

Hice una visita relámpago a casa, y volvía el domingo por la tarde, para el lunes comenzar la semana con buen pie... Me compré un billete de avión indirecto, pasando por Madrid, porque como lo había comprado con tan poco tiempo de adelante un billete de vuelo directo se subía demasiado de precio, y en qué mala hora. El vuelo desde Alicante fue bien, llegué con veinte minutos de sobra para poder coger el vuelo siguiente, aunque pronto descubrí que ni hacía falta. Si habéis estado en el aeropuerto de Barajas, como entran y salen tantos vuelos no anuncian ninguno por megafonía, pues si no el altavoz no callaría en todo el día, así que hay que estar muy atentos a las pantallas de horarios. A partir de entonces empezaron los problemas: atrasaron nuestro vuelo, en principio comentaron que sobre una hora, aunque allí estábamos casi cien personas delante de la puerta de embarque, intentando averiguar qué pasaba, y encima sin poder irnos a sentarnos, o a tomar un café, o lo que fuera, porque como no anunciaban nada por megafonía, si no estabas allí podías perdértelo. Según nos comentaron entonces, al parecer estaba haciendo mal tiempo en Asturias, había mucha niebla y el aeropuerto estaba cerrado. ¡Maldición! Todos los que estábamos allí deseábamos llegar el domingo por la tarde a Oviedo, pero a partir de este momento parece que todo se torció... La gente cuchicheaba y te enterabas de las cosas por el boca a boca, porque ninguna de las azafatas nos daba ninguna información. Al rato, cuando nuestro avión tenía que haber salido hacia media hora, nos cambiaron de puerta de embarque y nos mandaron a la otra punta del aeropuerto, vamos, ¡como Barajas es pequeño! Aunque bueno nadie se extrañaría de ver a toda la marabunta de gente, éramos unas cien personas, corriendo hacia la nueva puerta, pues en los aeropuertos todo el mundo va siempre con prisas. En la nueva puerta, cuando pensábamos que ya íbamos a embarcar... ¡qué equivocados estábamos!; nos enteramos entonces, de nuevo por los comentarios de la gente, porque la gente de Spanair no nos decía nada, que un vuelo procedente de Barcelona, que también iba a Asturias, no había podido aterrizar en Asturias debido a la niebla, y que por eso fue desviado hacia Madrid. Así que los pobres que venían en ese vuelo se habían unido a nosotros en Barajas, esperando un nuevo intento de poder llegar a Asturias... Los rumores eran cada vez más frecuentes y más variados: que Iberia había tenido que desviar uno de sus vuelos con destino Asturias hasta el aeropuerto de Santander y desde allí trasladar a los viajeros en autobús, que Spanair no podía hacer lo mismo porque no tenía convenio con el aeropuerto de Santander, o que el aeropuerto de León tenía una pista demasiado pequeña para que nuestro avión pudiera aterrizar... Como imaginaréis, a estas alturas el desánimo se estaba apoderando de todos nosotros; en principio iba a estar en casa a las once de la noche, pero ahora eran las once de la noche y aún seguíamos esperando en la puerta de embarque... Pero ante todo lo más desesperanzador era la incertidumbre en la que estábamos, que nadie de la compañía era capaz de explicarnos nada, ni se hacía responsable de nuestros problemas ni de nuestra necesidad de llegar a Asturias! Algo después de las once de la noche por fin se anunció el embarque; fue algo accidentado pues tuvimos que entrar las personas de los dos vuelos (el mío, y el procedente de Barcelona) en un sólo avión y, según se oyó después, hubo gente que quedó en tierra porque no cabíamos. Estábamos a punto de aterrizar a las doce de la noche, por la ventanilla se veía todo cubierto de niebla, daba miedo, así que opté por no mirar, y confiar en la pericia del piloto que, digo yo, si había decidido volar era porque iba a ser capaz de llevar el avión a buen puerto. El avión comenzó a descender, y a descender, y a descender... Qué extraño, ya debíamos estar tocando tierra, el avión va a muy poca velocidad. De repente un estruendo de mil demonios, y un vuelco en el estómago: al final el piloto no se veía capaz de aterrizar, y sólo a 200 metros de la pista de aterrizaje, volvimos a coger altura. Pensamos que tal vez nos ofrecerían como alternativa ir al aeropuerto de Santander, como previamente había hecho Iberia con uno de sus vuelos, pero el piloto decidió que volvíamos a Madrid. Todo el mundo se revolucionó en su asiento, sobre todo la gente del vuelo de Barcelona, pues era su segunda intentona fallida esa tarde. Todos seguíamos sin entender nada: sabíamos a ciencia cierta que hacía mal tiempo en Oviedo, mucha gente había llamado a su familia allí, aunque también es cierto que el aeropuerto de Asturias no estaba cerrado (listos ellos, si Aena cierra el aeropuerto, tiene que pagar a las compañías aéreas, así que deja la decisión de volar o no en manos de los pilotos...), pero teníamos los antecedentes del vuelo de Iberia que había sido desviado, así como del propio vuelo de Barcelona. Se ve que el piloto que nos llevaba quería demostrar que él tenía más huevos que el piloto catalán, que no había conseguido aterrizar... pero lo único que consiguió fue darnos un paseo de ida y vuelta a Asturias. Ante tal maniobra de vuelta a Madrid, mucha gente pensó que su familia le estaría esperando en vano en Asturias, así que decidieron avisar... hasta que el piloto avisó enfurecido por megafonía que denunciaría a quien tuviera un móvil encendido, pues lo habían detectado en sus GPS. Venía en nuestro mismo vuelo el actor Arturo Fernández, que también tuvo su paseo y se quedó sin llegar a Asturias, aunque a diferencia del resto de pasajeros, cuando volvimos a tomar tierra en Madrid, desapareció. Éramos el único vuelo en la sala de recogida de equipajes a esa hora, pues se había hecho la una de la mañana. Y todos estábamos exasperados, media hora de reloj esperando que salieran las maletas, y nada. Y encima, sin saber nada más. Se volvió a oir entonces por ahí que podríamos volar a la mañana siguiente a las 8, o bien a las 3 de la tarde. Cuando por fin cogimos la maleta, nos indicaron que en la terminal nos recogería un autobús para llevarnos a un hotel a hacer noche... Imagínate, ciento y pico personas somnolientas y de mala uva esperando el autobús, cuando vemos aparecer... ¡un microbús! en el que no cabrían más de quince personas. El conductor comenzó a reirse, aunque en seguida pidió refuerzos. Y nos llevaron a un hotel cercano al aeropuerto, que hay que reconocer que estaba muy bien, lástima que no lo fuera a disfrutar de verdad. Llegamos a cenar a las 2 de la mañana, y en seguida me fui a la cama, pues a las cinco y cuarto nos recogerían para ir de nuevo al aeropuerto, pues decidí que no quería esperar al vuelo de las tres sino coger el de las ocho. Por la mañana todo iba bien, facturamos y fui a desayunar con unos amigos que hice, parece que las situaciones adversas unen jajaja. Pero cuando faltaban cinco minutos para que fuera nuestro embarque, ¡sorpresa en la pantalla! Nuestro vuelo había sido atrasado, en principio dos horas. Y al rato, el atraso era indefinido. Pero... ¿qué clase de castigo era este? ¿O acaso era una broma pesada?. En un momento estábamos alrededor del mostrador las personas de casi tres vuelos, pues la mayoría de la gente del vuelo de Barcelona, así como la gente de mi vuelo, habíamos optado por volar a las 8, cuanto antes mejor, y además estaba la gente del propio vuelo de esa mañana. A cual más exasperado de todos, y ahora veo que si no llega a ser por eso, aún seguiría a estas alturas en Madrid... Nos dijeron que el aeropuerto seguía cerrado por la niebla, pero no nos podían decir nada más. Vaya una poca vergüenza, al menos la compañía podría responsabilizarse un poco, y si no es posible volar, pues debería buscar alguna solución alternativa, pues no nos íbamos a quedar allí perennes!. Yo llamé a renfe para enterarme de cuando era el próximo talgo, pues me negaba a estar esperando allí indefinidamente; aunque tuve mala suerte, pues había perdido ya el de las 8 de la mañana y el siguiente no era hasta las 3, así que tenía que esperar sin más remedio, como mínimo hasta esa hora. La pobre azafata tuvo que llamar a "pedir refuerzos", pues ciento cincuenta personas de muy mala leche estábamos a su alrededor, exigiéndole soluciones. Le pedimos autobuses, pero, según ellos, no había en todo Madrid autobuses para trasladarnos a todos! Vaya, y yo me lo creo. No sé cual fue exactamente el momento en el que se rindieron, pero inesperadamente nos comunicaron que la compañía nos invitaba a desayunar y que posteriormente pasaríamos a recoger nuestras maletas y que unos autobuses nos llevarían a Asturias. ¡Por fin! ¡Una salida!. Ahora que lo pienso, lo del desayuno no fue más que una estrategia para quitarnos de enmedio durante un rato, aunque reconozco que si yo hubiera sido la azafata asediada lo hubiera pasado un poco mal... jajajaja. Después del desayuno fuimos a por las maletas, y empezaron de nuevo los problemas, pues la encargada nos decía que si queríamos nuestra maleta teníamos que anular el vuelo, y con ello perder la posibilidad de reembolso del billete. ¡Pero qué fuerte! Encima de poca vergüenza, ladrones. Al final tuvimos nuestra maleta, y mientras esperábamos al bus nos iban sellando nuestras tarjetas de embarque, para que si la presentábamos en el aeropuerto de Asturias, tendríamos derecho a la devolución del billete, menos 25 euros por el autobús. ¡Vaya! Después de todo el autobús lo teníamos que pagar nosotros. Fueron siete interminables horas de viaje en autobús, pero al final llegamos al aeropuerto de Asturias. Por cierto que ya podían haber hecho una paradita en Oviedo, que queda más al sur, pues lo dejamos atrás antes de terminar el viaje, y luego tuvimos que coger otro autobús desde el aeropuerto para poder llegar a Oviedo. Al final no fui a reclamar, pues eran las cinco de la tarde, y me habían comentado que había que hacer mucho papeleo, y más para lo poco que me iban a devolver... pues al precio de mi billete había que descontarle el trayecto Alicante-Madrid, así como los 25 euros del autobús, así que ese poco dinero ya no compensaba todo el tiempo que había perdido, las dos horas escasas que había dormido y el menosprecio de todo el personal de la compañía. Aunque todos los que venían conmigo en el autobús desde el aeropuerto a Oviedo pensaban poner una reclamación en Consumo. Ahora que me acuerdo, no sé si nos sigues leyendo María, pero si esta es tu compañía...¡cámbiate a otra!. Y, más de 24 horas después de haber salido de mi casa de Lorca, llegué por fin a mi casa de Oviedo... :D

No puedo decir que no voy a volver a coger un avión, pues tengo ya mis billetes para Navidad, pero, eso sí, nunca más iré con Spanair... Se lo han ganado a pulso. Espero no haberos aburrido demasiado pero es que... ¡me pasan unas cosas!

















¡Besicos!

2 comentarios:

Srta.Mondéjar dijo...

¿Tu no has oido eso de: Volaré oh,oh,oh,oh, cantaré...?
Pues lo tuyo era volaréeee ohhhh ¿no?
(me ha dado por cantar)

Anónimo dijo...

POr motivos d familia, yo he viajado mucho en los ultimos 10 años y t puedo contar historias q t pondrian el pelo de punta... En el ultimo viaje, nos separaron a los de mi grupo y acabaron poniendo a los niños solos y todo. Gracias a dios q las azafatas eran estupendas y nos ayudaron a combiar asientos. Pero reclamamos y sabes q nos dijo IBERIA...q lo sentian mucho. Ni reembolso ni daños. Eso si, pedazo de reclamacion q cada persona del grupo les puso en el libro de reclamaciones...el cual es inspeccionado por Consumo por cierto.
En fin, animo y a por ese MIR!!!